¿Alguna vez has conocido a una persona y sabido casi al instante que él o ella era alguien especial? Estoy hablando de alguien que conoces por primera vez que posee personalidad increíble, una presencia dominante que te atrae con cierto magnetismo. Ese es el efecto que Jesús causaba sobre la gente cuando entraba en sus aldeas u hogares.
Si alguna vez has pasado tiempo caminando por las áreas céntricas de las grandes ciudades, probablemente los hayas visto: son los predicadores callejeros. En voz alta, determinados, fervientes, se rehúsan de forma definitiva a ocultar su lámpara bajo una mesa. Son mensajeros incondicionales del evangelio que a veces llevan un letrero colgado que dice: «¡Arrepiéntete!» o «Prepárate para encontrarte con tu Dios».
Para la mayoría de los niños, la noche más larga del año es la Nochebuena. Una vez que se acuestan, el sueño viene despacio. La emoción y la expectativa por lo que les espera a la mañana siguiente son casi insoportables. En esta noche particular del año, el tiempo parece detenerse.
El Antiguo Testamento llega a su fin con tres proyectos de edificación. Primero está la reconstrucción del templo bajo el liderazgo de Zorobabel. Dios una vez más tiene un lugar donde morar para estar con su pueblo. En segundo lugar, se lleva a cabo la reconstrucción de la muralla que rodea la ciudad de Jerusalén bajo el liderazgo de Nehemías. La gente ahora está protegida de quienes los han estado intimidando adentro y afuera a lo largo de todos esos años.
A veces parece que tu suerte, tu destino, estuviera sujeto a un juego de dados. Sin embargo, de vez en cuando tienen lugar una serie de acontecimientos extraordinarios que se combinan para producir o un desastre colosal o una increíble victoria. Algunos lo llaman coincidencia; otros, suerte. Otros más dirán: «Alguien está trabajando tras bambalinas, moviendo los hilos, forjando nuestro destino. Esto tiene las huellas de Dios por todas partes».
Los hijos de Israel han pasado los últimos setenta inviernos en el exilio babilónico. Su ciudad fue arrasada; su templo tan amado fue saqueado. Excepto por el valor de Daniel y sus tres amigos, esa época hubiera vergonzosa. Sin embargo, después de siete décadas de oscuridad, un túnel de luz penetra las nubes y sorprende al pueblo.
Al igual que la gente de la nación de Dios exiliada en Babilonia, estamos de camino a una nueva Jerusalén. Recuerda, Dios le había prometido a Judá que no los abandonaría para siempre y que un día regresarían a Jerusalén. Y en nuestra historia, nos dirigimos al momento en que ellos regresan. Dios los está preparando, y según la Biblia también está preparando un lugar especial para que tú y yo vivamos con él para siempre.
No importó cuántos mensajeros Dios enviara para advertirle a su nación especial del peligro inminente sobre ellos a causa de su desobediencia, ellos los pasaron por alto a todos. ¿Qué es lo que nos hace tender a ignorar las advertencias hasta que es demasiado tarde?
Israel fue una nación que debido a sus reyes se vio involucrada en un montón de problemas. Debemos preguntarnos si haber hecho a Dios su único rey los hubiera llevado a un resultado diferente. Este era por cierto el plan ideal de Dios que ellos rechazaron cuando pidieron un rey como tenían las otras naciones.
Después que Dios dividió a Israel en dos reinos, las cosas fueron de mal en peor. Y no estamos hablando de un mal día o unas vacaciones estropeadas, sino de años de decadencia espiritual y una inmoralidad sin precedentes. Doscientos ocho años, para ser más precisos.
