Saludándonos los unos a los otros

Saluden a Priscila y a Aquila… Saluden también a la iglesia que está en su casa. Saluden a mi querido hermano Epeneto… Saluden a María, que ha trabajado mucho por ustedes. Salúdense los unos a los otros con un beso santo. Todas las iglesias de Cristo los saludan. Romanos 16:3-6, 16.

Debido al hábito y la costumbre es muy fácil volvernos ritualistas al saludarnos unos a otros. Cuando estamos juntos, nos saludamos con un “¿Cómo está, Hermano(a)”? y comúnmente respondemos con algo superficial como “Bien, gracias, ¿y usted?”, para luego proseguir brevemente saludando a otros.
Con esto no queremos decir que cada vez que saludemos a alguien debiéramos ser muy formales y serios. El problema es cuando muy frecuentemente somos superficiales. Cuando llegamos a desear, aunque secretamente, que las personas no compartan con nosotros cómo se están realmente. No queremos que nos incomoden. Nos olvidamos de que somos un cuerpo en Cristo y todos necesitamos unos de los otros.

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